sábado, 30 de septiembre de 2017

El hijo de Horacio en la olla a presión


- ¿Vos sos hijo de Horacio? Sos igualito.- Le dijo mientras pesaba los cincuenta pesos de bizcochos salados.
- No nada que ver, mi padre se llama Julio. ¿Qué Horacio dice usted?
- Horacio, el señor que vive acá a la vuelta, por la calle Elostegui, que vende libros en la feria. ¿Cincuenta de dulces también?
- Si. No, no lo conozco.
- Claro, se mudó hace poco, y me comentó que tenía un hijo por aquí, Julián, ¿vos te llamás Julián, no?
- Si, si, pero debe ser otro Julián.
- Que extraño, porque sos re parecido.
Pagó y se fue. Movido por la curiosidad cambió la ruta de camino al parque para pasar por la calle Elosegui, pero no vio a nadie, así que siguió camino rumbo al parque donde los demás, con el mate, esperaban por el contenido de las bolsas de papel.
Llegó hasta el murito que compartían sus amigos, saludo, repartió las bolsas y se despidió.
- Es que tengo que ir a ver un asunto familiar- excusó ante los reclamos de sus compañeros.
Caminó de nuevo hacia la calle Elostegui para volver a pasar frente a la casa de ese extraño hombre que con cada minuto crecía en posibilidades de convertirse en su padre, a quien decidió esperar sentado en el cordón de la vereda, bajo la bonachona sombra de un plátano.
El lento paso de una vecina con un carrito cargado de frutas y verduras le recordó que hoy era día de feria y que quizás su futuro padre aún estuviese allí y partió corriendo hacia el lugar. Cuando comenzó a pasar los primeros puestos se lo encontró, estaba acomodando una pila de libros dentro de una caja, preparándose para levantar el puesto, ya casi era la hora de terminar la feria y no andaba mucha gente en la vuelta.
Por caprichos cromosómicos quizás, pero el parecido físico era indiscutible. Una nariz tan poco frecuente se distingue con facilidad. Julián solo podía pensar que eran demasiadas coincidencias.
- ¿Horacio, verdad?
- El mismo, ¿quién pregunta?
- Decime vos.
- No te entiendo.
- Me dicen que estás buscando a tu hijo, Julián, bueno yo soy Julián.
- No, pero…
- Decime, ¿yo soy tu hijo o no?

- No, no, no sos Julián, por lo menos no sos mi Julián…
- No sé cuáles son tus intenciones, Horacio, pero vamos a llegar al fondo de todo esto. Te lo puedo asegurar.- Giró y se fue caminando entre los puestos hacia el otro extremo de la feria, sin dejar al librero espacio para preguntas.
Julián regresó a su casa. Julio tomaba un té de manzanilla junto a la ventana y por el gesto de su hijo cuando lo vio a través del vidrio intuyó que algo no estaba bien.
- Mañana nos vamos a hacer un ADN, Papá.
- ¿El qué? ¿Qué te pasa, te eloqueciste?
- No, acá está pasando algo raro y no quiero quedarme con dudas de ningún tipo.
- No, hijo, qué decís, ¿qué te pasó?
- Acá hay un señor que es muy parecido a mí y que anda buscando a su hijo, que casualmente se llama igual que yo.
- ¿Y? ¿Ya con eso asumís que te estamos escondiendo algo? ¿Cuánta gente pensás que tiene la misma nariz que vos?
- La nariz, claro, ¿cómo sabías que el tipo tiene una nariz parecida a la mía? Yo no te conté nada.
- Hijo, es tu rasgo más característico, qué otra cosa parecida podría tener.
- Bueno, mañana a las diez en el laboratorio y se terminan las dudas.
- Yo voy con vos a donde quieras, pero te aseguro que no vas a encontrar nada raro.
Desconfiando a pesar de las palabras de su padre Julián se fue con toda la carga emocional de la situación a cuestas.
Ya solo, Julio tomó el teléfono y marcó un número que no estaba entre sus contactos, un número que se sabía de memoria. Horacio atendió del otro lado.
- Está bien, acepto, mañana te deposito los cien mil, pero asegurate de hablar con la del laboratorio para que no pase nada raro, sino cancelo todo.
- Así me gusta, quedate tranquilo que se despejan todas las dudas, pero tené en cuenta que si otra vez te negás a pagar el chiquilín se puede enterar de algunos detalle más de nuestro secretito…
- ¡Te pago y te perdés eh! Y que esta vez sea para siempre… mirá que todavía tenemos algunos amigos en común que creen que esto ha ido demasiado lejos.
- Ahh, pero si vamos a hablar de cosas que han ido demasiado lejos te tengo que recordar que hay cierta flota de portaaviones que traspasó determinado meridiano.
- Si querés que salgan tiene que salir todo bien mañana, y ya que estamos, si salen tendrían que cesar los ataques de los hackers de tus jefes contra nuestro sistema de seguridad.
- Estoy seguro que no son nuestros esos hackers, seguramente sean chinos, pero tené por cierto que si cumplís con eso se va a terminar.
- Ah, y también quiero a la panadera de la esquina fuera del tablero.


Publicado en suplemento Quinto Día de El Telegrafo, Paysandú en enero de 2017.

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