El
Festival Anual de Dinamitación (sic.) de las Vías, la fiesta
principal de Ballena Muerta, nació en enero de 1879 y desde
entonces no ha dejado de realizarse, por más que desde 1938 la
compañía ferroviaria dejó de realizar las reparaciones para que el
tren volviese a rodar hasta aquel apartado lugar, desapareciéndolo
de toda referencia en los mapas. El propio Estado con el tiempo
desistió de llevar cualquier tipo de servicio o dependencia pública:
no había Policía, ni escuela, ni luz eléctrica, ni correo, ni
nada. La gente de allí se las arreglaba por sí sola y no solamente
era feliz por ello, era su orgullo.
En
Ballena Muerta nadie tenía credencial. Las cosas del pueblo se
decidían en una asamblea abierta, en democracia directa, donde la
mano levantada de cada uno valía un voto, ni más ni menos.
La
gente más vieja enseñaba a los más jóvenes las cosas que
necesitaban para vivir y no se iban por las ramas en conocimientos
abstractos, no saldrían de allí quizás los más brillantes
científicos y pensadores, pero tendrían lo suficiente para
sobrevivir en su aislamiento y ser sanos y fuertes comiendo su propia
producción libre de contaminantes.
No
había televisores, ni radio, no llegan los diarios ni revistas y no
se recibía ningún tipo de señal de telefonía ni internet.
Así
fue hasta el 15 de setiembre de 2006, el día en que todo comenzó a
cambiar. En mayo de ese año asumió la gobernación comunal del
distrito al que territorialmente debería pertenecer el poblado el
primer Intendente con menos de 40 años que se recuerde en por lo
menos un siglo.
El
nuevo líder llegó a al zona con ideas renovadoras y apenas se
enteró de la historia de la ermitaña población de Ballena Muerta
vio en el lugar un potencial turístico capaz de reactivar la
deprimida economía regional.
Decidido
a propiciar un acercamiento se convirtió en el primer jerarca en
visitar el lugar desde 1937, la última vez que se reinauguró el
tendido de la vía después de un Festival de Dinamitación.
El
joven gobernante fue recibido por la asamblea local en la plaza
pública, donde les transmitió su idea de dar a conocer al mundo “el
milagro de Ballena Muerta, el pueblo más libre del mundo”, frase
que ya planteaba en su cabeza como un eslogan publicitario para
atraer visitantes.
Luego
de muchas idas y vueltas la asamblea aceptó la idea del mandatario,
pero solo bajo la condición de que no perderían su autonomía ni se
les intentaría imponer ningún tipo de normativa, regulación,
reglamento o compromiso de ningún tipo.
Se
acordó que el plan de explotación turística comenzaría con el
Festival de Dinamitación de las Vías del año siguiente, con la
cuarta luna llena del verano siguiente, ya que ese era la forma de
medir el tiempo en el lugar.
En
un organismo multilateral de crédito el Intendente consiguió los
recursos para reconstruir el viejo puente ferrocarrilero. Varios
artistas de renombre internacional llegarían en un tren arrastrado
por una vieja locomotora a vapor, conducida por el jefe comunal, y en
el resto de los vagones todos los turistas que hubieran adquirido los
paquetes que se pusieron a la venta a través de las más
prestigiosas páginas de compraventa en las redes sociales, sobre
todo Facebook.
El
festival daría comienzo oficialmente cuando la blanca estela de
vapor transitara por al centro del hermoso puente de hierro.
Así
fue, y la explosión se sintió en varios kilómetros a la redonda.
Ese año le pusieron más dinamita que nunca, como si eso aumentara
de alguna manera el sentido reivindicativo de aquel ritual de
destruir -literalmente- las vías que los comunicaban con el resto
del mundo.
Publicado en el suplemento Quinto Día de diario El Telégrafo en agosto de 2017
Publicado en el suplemento Quinto Día de diario El Telégrafo en agosto de 2017
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