Apoya
el dedo sobre del dibujito del micrófono y activa la grabación del
mensaje.
-Holaaaaaaa.
¿Cómo andás? Sabés que vamos a tener que dejar lo de esta noche
para otro momento, che. A Cristina se le dio por ir a una
manifestación y me voy a tener que quedar en casa, con los gurises
chicos.
Suelta.
Aparece un solo tick, el segundo demora un poco, pero también se
dibuja. Permanecen grises. Repite el procedimiento.
-
Sabés lo más loco… Se fue a una manifestación de esas para que
la dejen mostrar las tetas en la playa y eso. Está como loca con la
manija que se agarró, yo creo que la manijearon en esa oficina y ya
te digo quienes fueron: la gorda aquella con cara de torta -que estoy
seguro que me odia y no sé si no quiere meterme un cuerno con la
flaca-. Y la otra es la pelirroja atorranta aquella, que con tal de
mostrar las tetas igual pide prestado un niño para darle de comer,
¡jajaja! A pedir para que la dejen mostrar las tetas se fue, y me
dejó a mí y a los gurises clavados, solos…
Los
tick siguen grises, tanto en el primero como en el segundo mensaje.
Graba un tercero.
-
No, y además los gurises están insoportables, están en una edad
brava, y por más que uno les ponga la tele y les dé galletitas
ellos se aburren, y la madre es la madre, no hay con qué darle. Y yo
no me voy a poner a entretenerlos, ¿quién soy? ¿Chirolita?, no.
Vamo’ arriba. Demasiado que paso todo el día cocinando, fregando,
yendo a la rotisería a hacer los mandados mientras ella se pasa en
la escuela atendiendo gurises ajenos. Por lo menos cuando viene de
noche les plancha las túnicas.
Cuarto
mensaje.
-
Porque a la larga se pasa el día entero con los gurises ajenos y de
los propios que se encargue el papá, seguro. Pero ya te lo he dicho
a vos, en cualquier momento armo la valijas y nos vamos a la mierda,
y no sé si no me llevo a los gurises también. Total, vos te llevás
bien con ellos.
Quinto
mensaje.
- Me
quedo con una pena bárbara porque la verdad que tengo muchas ganas
de verte.
Te tengo que confesar algo, me enamoré de vos. Hoy te pensaba decir que me volvés loco y que me quería ir con vos. Que me encantaría dejar atrás todo lo que hemos vivido hasta ahora y empezar algo juntos, algo nuevo. Sé que lo mejor hubiera sido que te dijera esto en persona, pensaba hacerlo esta noche, pero ya sabés, no me aguanté; no puedo esperar al momento de tenerte enfrente y darte un beso, el beso más fuerte, el más galáctico que te puedas imaginar. ¡Te amo Gissell!
Te tengo que confesar algo, me enamoré de vos. Hoy te pensaba decir que me volvés loco y que me quería ir con vos. Que me encantaría dejar atrás todo lo que hemos vivido hasta ahora y empezar algo juntos, algo nuevo. Sé que lo mejor hubiera sido que te dijera esto en persona, pensaba hacerlo esta noche, pero ya sabés, no me aguanté; no puedo esperar al momento de tenerte enfrente y darte un beso, el beso más fuerte, el más galáctico que te puedas imaginar. ¡Te amo Gissell!
Después
de un instante al lado del primer mensaje los tick cambiaron a
celeste. Un momento después el segundo, luego el tercero, después
del quinto apareció un “escribiendo...” titilante, pero luego se
borró, como si Gissell hubiese comenzado una respuesta pero luego se
arrepintió, o se quedó sin palabras.
Diego
siguió mirando el celular por las siguientes dos horas, como
esperando una respuesta de Gissell, aislado del griterío que llegaba
desde la sala, donde los niños se tiraban con todos los Lego que
encontraban a mano, mezclado con la inconfundible voz de Bob Esponja
y Patricio.
El
timbre lo enlazó y lo arrastró de nuevo a la superficie de la
tierra. Por el visor eléctrico pudo ver la cara transformada de
Cristina, con el maquillaje todo corrido, el pelo revuelto, el torso
desnudo y sobre sus pechos la consigna “En mis tetas mando yo”.
Aún
a pesar de dudarlo un instante le abrió.
-
¿Qué te pasó? ¿Y las llaves?
- No
sabés, me pasó una cosa de lo más loca: estaba en la marcha con
las chicas de la oficina y me ‘hicieron’ la cartera. Me llevaron
todo, el teléfono, los documentos, las llaves, todo. Lo alcancé a
correr al tipo entre todas las minas, pero no lo alcancé. A la Colo
y Romina no las volví a encontrar, pero sabés lo mas loco, me
encontré con Gissell, aquella amiga tuya del instituto y le pedí
prestado su teléfono, este teléfono (se lo muestra un instante
antes de hacerlo estallar contra el piso de parqué) para llamarte y
avisarte que iba a demorar porque iba a hacer la denuncia. Ahí
escuché tus mensajes y casi te contesto, pero no, porque yo sí pude
esperar a ver tu cara... mientras armás la valija para irte bien a
la mierda, rata.
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