Nadie conocía del todo bien a Nicanor Mieres, incluso muchos
pensaban que no era ese su verdadero nombre y que de alguna forma
había logrado cambiarlo. Se dice que él mismo había recorrido las
casas de remate comprando baratijas de bronce para hacerse el
monumento a sí mismo que inauguró en nombre de una supuesta
comisión de vecinos, cuya presidenta -casualmente- ese día no pudo
concurrir por razones de enfermedad.
Nadie se explica cómo fue que Mieres consiguió la autorización
para que lo dejaran poner aquella estatua de tamaño natural en la
plaza del barrio La Tenaza, en el que nunca entes se lo había visto,
pero al que no se cansó de saludar y agradecer en su discurso,
nombrando uno por uno a los vecinos presentes, que no salían de su
asombro. ¿Cómo era posibles que este personaje los conociera? ¿Por
qué tenía un monumento en la plaza?
El texto al pie de la estatua decía “A Nicanor Mieres, homenaje en
vida del barrio La Tenaza a su protector”.
La cosa fue que el monumento se inauguró y hasta el intendente y el
jefe de Policía estuvieron en el lugar para darle aires de ceremonia
a la velada. El cierre fue a toda orquesta con la banda municipal
-que había tocado el himno al comienzo- interpretando canciones
populares del género tropical y todas las parejas a pista.
Antes que se apagaran las luces y los equipos de amplificación
Mieres pidió la palabra nuevamente para hacer un anuncio, antes que
se fuera el intendente. No fue ni más ni menos que su decisión de
comenzar su carrera política dando su apoyo a la lista de quien hoy
estaba al frente de la Comuna.
El anuncio fue muy celebrado por los vecinos, a los que a esa altura
ya no les interesaba quién era esa persona a la que confianzudamente
-a pedido suyo, por supuesto- llamaban “el Nica”.
Milagrosamente aquel hombre al que nadie conocía con el correr de
los días pasó a ser “el hijo de doña Marta, aquella señora
viejita que criaba sola a su gurí y que vivía en el rancho de
terrón con techo de paja donde ahora está la iglesia de los
brasileros”, o “un gurí normal del barrio, que no se destacaba
mucho, pero que siempre andaba correteando con los de la Mirella, que
eran un poco más grandes y que por eso no se acuerdan de él” y
hasta la vieja maestra, que por el nombre no lo saca, pero se acuerda
que “siempre estaba en la vuelta de la comisión de biblioteca y en
la cruz roja de la escuela, muy inquieto pero muy responsable y muy
respetuoso también”.
El intendente, viejo bicho político él, había quedado con el
número del Nica y lo citó a su despacho.
-Nicanor, antes que nada le agradezco la confianza que han puesto en
mi persona usted y su agrupación barrial. Pero debo decir que usted
es consciente que este es mi segundo período al frente de la
Intendencia y ya no puedo volver a ser candidato. Además la
agrupación está en una etapa de renovación, buscando sangre nueva
para apoyar a Eustaquio Amilivia, el secretario general, que va a ser
el candidato a Intendente. Le propongo, a ver qué le parece, que en
vez de ir con su propia lista para a lo sumo llegar a ser edil, se
venga con nosotros en la lista 480 y yo le aseguro que si ganamos le
doy la Dirección de Impulso Social, Integración, Bienestar
Comunitario y Participación, para que usted extienda a todo el
departamento el maravilloso trabajo que viene haciendo en el barrio
La Tenaza.
-¿Y si perdemos?- Preguntó el Nica, mostrando vocación
negociadora.
- Si llegásemos a perder la Intendencia yo de todos modos le
conseguiría un lugar como secretario mío o de algún amigo en el
Parlamento, pero todas las encuestas nos dan muy favorables y es casi
un hecho que saquemos esa banca-
- Vamos a darle, entonces-
Publicado en suplemento Quinto Día de El Telégrafo en marzo de 2015.
Publicado en suplemento Quinto Día de El Telégrafo en marzo de 2015.
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