jueves, 26 de octubre de 2017

¡Sacala Polaco! (Un cuento de fútbol)


La carrera de ambos había sido algo inédito. Allí estaban jugando una final de la Champions Legue convertidos en estrella de dos equipos que suelen ser de mitad de tabla en sus respectivas ligas nacionales y enfrentados a muerte después de una larga historia común.
Empezaron en el Granada y formaron parte de la generación “milagro” del baby fútbol varelense, aquella 2017 que arrasó con todos los campeonatos nacionales que se le pusieron enfrente. El “Polaco” Anchetta y el “Rubio” Milla se repartieron entre sí por mitades el 86 % de los goles en su pasaje por las categorías infantiles.
Por razones familiares uno siguió haciendo juveniles en el fútbol de Treinta y Tres y el otro se mudó a Minas, pero volvieron a unirse cuando aquel ojeador de Liverpool cumplió su promesa y se los llevó a jugar a Montevideo a cambio de algunos beneficios para sus familias. Allí volvieron a ganar todo: el Uruguayo y la primera Copa Libertadores de un equipo uruguayo “en desarrollo”.
Luego llegó el tan ansiado pase al exterior, aunque cabe puntualizar que ya a esta altura algunas cosas habían cambiado: el deterioro en la economía de mercado y el abandono masivo de la televisión hacia internet, junto a las legislaciones que habían declarado en toda Europa al fútbol patrimonio de acceso público, habían sumido en la más profunda miseria a instituciones que apenas 30 o 40 años antes eran auténticos colosos. El fútbol ahora era dominado por nórdicos y helvéticos: el Polaco fue a parar al Lathi de Finlandia y el Rubio terminó en el Thun de la Superliga suiza.
Se sabía que -aunque pudiesen- después del negriazul no iban a seguir juntos y todo tiene que ver con la hermana melliza del Rubio, si, la “Rubia” Milla. La muchacha era la debilidad de todos allá en el pueblo de los corrales, era la fotocopia color del hermano y debido a ello era una fruta prohibida para el Polaco. Sin embargo éste era la debilidad de la joven, por mucho que su hermano protestara.
Cuando se supo del fogoso romance entre el Polaco y la Rubia la concentración de Lomas de Zamora fue un dolor de cabeza.
Quedaban pocas semanas para terminar la temporada y la repercusión de las relaciones quebradas entre los dos futbolistas, figuras del equipo de La Cuchilla, se sintió en el vestuario. Como antes los goles los jóvenes dividieron por mitades al plantel y la magia se perdió. Liverpool ganó su segundo campeonato al hilo gracias a la ventaja enorme con que llegó a la recta final. 

Ph: Andrés Franco 

Faltaban seis horas apenas para la gran final de Europa en el recién remodelado Tecate Arena Nacional de Bucarest, Rumania. Los dos jóvenes varelenses sabían que en este partido habría mucho en juego: nunca uno de los dos había superado al otro, salvo por el episodio de la Rubia, claro, pero dentro de la cancha no les había tocado enfrentarse anteriormente.
El celular vibraba con insistencia en el cajón de la mesita de luz de la habitación 314 del Grand Hotel Continental donde velaba sus armas el equipo suizo. El Rubio atendió y no necesitó siquiera preguntar quién lo llamaba, porque los estaba esperando.
- Vamos a hacerla fácil. Si yo gano vos te dejás de joder y aceptás lo mío con la Rubia y si pierdo te prometo que nunca más la vuelvo a buscar.
- ¿Vos estás loco? ¿Te pensás que la vida es un partido de fútbol? ¿No entendés por qué no te quiero para mi hermana? Porque te conozco muy bien y sé que solo le vas a hacer mal.
A las 21:30 hora rumana el croata Nikola Kukoc pitó para da comienzo al match. Apenas movieron el Polaco salió corriendo en busca del Rubio y sin mediar palabra le puso un gancho de derecha en la mandíbula sin ningún tipo de disimulo, el otro se levantó como pudo y respondió la agresión abalanzándose encima de su íntimo enemigo y detrás de ellos se empezaron a dar entre todos los protagonistas, ya que más o menos cada plantel estaba al tanto de cómo venía el asunto.
Cuando se desarmó el entrevero el colegiado decretó la expulsión de los 22 titulares, sus respectivos suplentes y cuerpos técnicos y así lo estampó en el formulario electrónico oficial que se elevó a la UEFA, que una semana más tarde declaró por primera vez desierto el título de campeón, a pesar de las protestas de quienes habían perdido en semifinales. 

Autor: Marco Rivero - Publicado en Quinto Día de El Telégrafo 

jueves, 19 de octubre de 2017

Hacer un museo en 37 años




Nota publicada en Quinto Día el 9 de julio 2017.
Mención especial en Premios OPI 2017.

Aquella maravillosa función


La atención al público comenzaba a las 13:00, pero las puertas de la oficina se abrían puntualmente a las 12:45. De esa forma la sala de espera ya completa solía ver cómo rutinariamente llegaban los tres dependientes a ocupar sus lugares detrás de las ventanillas. Lo acotado del espacio obligaba a que lo hicieran ordenadamente: primero ingresaba el de la 3, luego la dama de la número 2 y finalmente el encargado de la casilla 1. Siempre con puntualidad religiosa.
Un día cualquiera debido a una casualidad o a la automatización espontánea devenida de los gestos rutinarios hizo que los tres hicieran al unísono la misma serie de movimientos al ocupar sus asientos: primero correr la silla, mirada hacia el monitor, agacharse a encender la computadora y sentarse. Desde los asientos en la sala de espera surgió un tímido aplauso de alguien que se había percatado y quiso reconocer el -involuntario- giro artístico.
Al final de la jornada fue el número 1 quien propuso a sus compañeros quizás ensayar esos movimientos y repetirlos cada día al ingreso, como una forma de aportar algo más al contribuyente, que a la postre era quien hacía posible el cobro de sus salarios.
Fue así que a la jornada siguiente se convocaron un poco más temprano para poder sistematizar la secuencia. La ensayaron un par de veces y llegada la hora la repitieron con un reconocimiento mayor que el día anterior.
En sucesivas jornadas de trabajo la rutina de ingreso logró tal éxito que la sala de espera quedó chica para el público que concurría ver la artística entrada de los administrativos a sus respectivos puestos de trabajo. Simultáneamente los funcionarios fueron agregando detalles a su acting.
Con el correr de los meses la gente tuvo que sacar número para entrar a sacar número para ser atendidos en la oficina luego que los administrativos/artistas culminaran con sus cinco minutos de coreografía. A esa altura ya tenían una música que acompañaba el desarrollo de su puesta en escena y algunas luces que cambiaban de colores durante la presentación.

La demanda diaria por apreciar aquel espectáculo siguió creciendo, a punto tal que decidieron solicitar un simbólico aporte monetario, a modo de entrada, para que la cantidad de público se ajustara a la capacidad de la sala. Esto molestó al principio a los usuarios que tenían que ir a realizar trámites a esa dependencia, pero fue solo hasta que apreciaron el espectáculo que ofrecían los funcionarios, que ya contaban con un presentador y con una iluminación robótica que los seguía en sus desplazamientos.
El éxito de taquilla trajo una interesante recaudación, por lo que reclamaron a la dirección general de la que dependían que se les adjudicara un espacio más amplio, en reconocimiento al servicio ejemplar que estaban ofreciendo a los contribuyentes. Se les asignó una de las oficinas más grandes, ubicada frente al hall principal, y sobre la entrada se instaló la marquesina que anunciaba los horarios de las 4 funciones diarias que allí se realizaban. Al costado se ubicó una pequeña casilla donde se cobraban las entradas.
Ir a hacer trámites a esa dependencia se estaba volviendo un dolor de cabeza: había que pagar entrada, los funcionarios atendían en los tiempos muertos entre las funciones, pero el esfuerzo que les exigían las complejas “coreo” provocaba que tuvieran que tomarse prolongados descansos. Fue así que se decidió eximir a los artistas de las tareas administrativas que tenían asignadas y que se enfocaran en su espectáculo.
La sala a esa altura contaba con telón, amplificación Dolby sorrounded digital, cincuenta butacas acolchonadas con posabrazos individuales y un pequeño espacio de venta de golosinas.
Pero llegaron las elecciones y después sobrevino el cambio de gobierno. La nueva administración, con mucho menos sensibilidad artística, entendió que no tenía sentido tener un teatro dentro del edificio y volvió a colocar en su lugar los viejos aburridos escritorios de toda la vida. Sonrientes las veteranas oficinistas recuperaron su lugar con vista al hall. Como sus funciones de cobro habían sido asimiladas por las redes de cobranza los tres fueron declarados excedentarios.
Quisieron dedicarse al teatro y estrenaron una obra musical, pero la respuesta del público no fue la que esperaban. Y siguieron condenados a cobrar sus salarios en sus casas, sin asistir a trabajar.

* Publicado en suplemento Quinto Día de El Telégrafo en julio de 2017

sábado, 7 de octubre de 2017

La reliquia brasilera


El 158 iba con mucho menos gente de lo habitual, o sería que lo tomé más temprano que de costumbre, tal vez. El domingo por la mañana esos ómnibus que salen del centro suelen llevar entre el pasaje algún que otro cuerpo destruido por el consumo de la noche anterior. Uno mismo a veces no escapaba a esa lógica, cabe reconocer, y de ahí que los recuerdos a veces no resulten la fuente más confiable.
Me senté sin prestar mucha atención en los asientos de alrededor y recién algunas paradas más adelante tomé cuenta de la presencia del pequeño niño que viajaba solo en uno de los lugares reservados para embarazadas, frente al sitio destinado al desaparecido guarda. Cabizbajo, de pelo bien cortito y claro, aquel gurí llevaba en su manos un objeto que cautivaba plenamente su atención. Evidentemente conocía el recorrido y tenía muy claro donde bajarse, porque no evidenciaba ningún tipo de preocupación en el paisaje que permitía la ventanilla de enfrente.
No sé a qué altura de Fernández Crespo, en una de esas cortadas donde asoma la feria de Tristán Narvaja, estoy casi seguro, subió un hombre flaco y alto, el gesto con la cédula al conductor evidenció su condición de pasivo. Cuando se puso de frente al pasillo demostró una inusitada elegancia para la hora, a pesar de la humildad de aquel traje negro de finas líneas verticales doradas, con sombrero tanguero haciendo juego, que dentro del coche mantuvo alejado de la engominada y canosa cabellera. El fino bigote, amarillento por el tabaco, apenas se movió en gesto de saludo general y despojado de cualquier tipo de compromiso de devolución, de todos modos cabeceé, retribuyendo, desde atrás de mis gruesos lentes de sol.
El veterano se ubicó justo frente al niño y durante algunas cuadras lo observó atentamente, más específicamente no podía retirar la vista del extraño objeto de las manos del chiquilín.
- ¿Vos sabés qué es eso que tenés en la mano? ¿Quién te lo dio?
- Me lo regaló la abuela, no sé qué es.
- Prestámelo que te cuento.
Se levantó y le alcanzó al hombre mayor aquella trenza de tiento con una piedra, que me pareció celeste, labrada en uno de sus extremos.
- Si, justo lo que me pareció. Esto es una reliquia, es muy poderosa. ¿Querés que te haga un cuento de algo que me pasó con una igual a esta?
Entre erizado e incrédulo el niño asintió.
- Yo trabaja en la arrocera Miní, en la laguna Merín, ¿ubicás?, y habíamos ido con un compañero a buscar un repuesto de cosechadora que nos habían mandado a Charqueada por empresa Puentes, en aquellos años la ruta 17 era un desastre y las cosas demoraban en llegar, te estoy hablando de los años 60.




Para llegar a Charqueada había que cruzar el arroyo Parado en la balsa del Peludo. Íbamos en un camioncito Chevrolet del año 55 que era lo único que servía para andar en aquellos barriales. Me acuerdo que con nosotros subió a la balsa un auto Ford de lujo, que era de un brasilero que era socio en uno de los arrozales. La mujer más linda que ví en mi vida, la mujer de ese brasilero, iba en el auto con él y no se bajó para cruzar en la balsa. El arroyo estaba crecido y el balsero nos comentó que capaz que era la última pasada que hacía, así que íbamos a tener que quedarnos en Charqueada hasta que bajara un poco la creciente. A mitad del arroyo aquel mundo de agua hacía mucha fuerza en la linga de la balsa y con todo el peso de los dos vehículos se veía que no iba a aguantar, y reventó nomás. El chicotazo de la linga lo agarró al brasilero en el medio del pecho y lo partió en 2, al balsero no lo ví y mi compañero se hundió con el camioncito en el Parado, yo que tenía cerca de 20 años me tiré atrás del auto, a ver si podía rescatar a la brasilera, me zambullí y a pesar de la mugre del agua la alcancé a ver, pero no pude sacarla de adentro del auto por la ventana. La mujer estiró la mano, donde tenía apretada la reliquia y me la dio. Ahí empecé a sentir algo que le cinchaba de arriba y cuando llegué a la superficie me enderecé y pude salir caminando sobre la creciente.
El niño miraba con la boca abierta.
- Así que cuidá bien esto, que te puede salvar la vida.
El hombre se bajó en la parada siguiente y no sé si fue la niebla o que me sugestionó el relato, pero para mí que se alejó flotando, como a 15 centímetros del piso.



* Publicado en suplemento Quinto Día de diario El Telégrafo - 

jueves, 5 de octubre de 2017

El candidato barrial




Nadie conocía del todo bien a Nicanor Mieres, incluso muchos pensaban que no era ese su verdadero nombre y que de alguna forma había logrado cambiarlo. Se dice que él mismo había recorrido las casas de remate comprando baratijas de bronce para hacerse el monumento a sí mismo que inauguró en nombre de una supuesta comisión de vecinos, cuya presidenta -casualmente- ese día no pudo concurrir por razones de enfermedad.
Nadie se explica cómo fue que Mieres consiguió la autorización para que lo dejaran poner aquella estatua de tamaño natural en la plaza del barrio La Tenaza, en el que nunca entes se lo había visto, pero al que no se cansó de saludar y agradecer en su discurso, nombrando uno por uno a los vecinos presentes, que no salían de su asombro. ¿Cómo era posibles que este personaje los conociera? ¿Por qué tenía un monumento en la plaza?
El texto al pie de la estatua decía “A Nicanor Mieres, homenaje en vida del barrio La Tenaza a su protector”.
La cosa fue que el monumento se inauguró y hasta el intendente y el jefe de Policía estuvieron en el lugar para darle aires de ceremonia a la velada. El cierre fue a toda orquesta con la banda municipal -que había tocado el himno al comienzo- interpretando canciones populares del género tropical y todas las parejas a pista.
Antes que se apagaran las luces y los equipos de amplificación Mieres pidió la palabra nuevamente para hacer un anuncio, antes que se fuera el intendente. No fue ni más ni menos que su decisión de comenzar su carrera política dando su apoyo a la lista de quien hoy estaba al frente de la Comuna.
El anuncio fue muy celebrado por los vecinos, a los que a esa altura ya no les interesaba quién era esa persona a la que confianzudamente -a pedido suyo, por supuesto- llamaban “el Nica”.
Milagrosamente aquel hombre al que nadie conocía con el correr de los días pasó a ser “el hijo de doña Marta, aquella señora viejita que criaba sola a su gurí y que vivía en el rancho de terrón con techo de paja donde ahora está la iglesia de los brasileros”, o “un gurí normal del barrio, que no se destacaba mucho, pero que siempre andaba correteando con los de la Mirella, que eran un poco más grandes y que por eso no se acuerdan de él” y hasta la vieja maestra, que por el nombre no lo saca, pero se acuerda que “siempre estaba en la vuelta de la comisión de biblioteca y en la cruz roja de la escuela, muy inquieto pero muy responsable y muy respetuoso también”.



El intendente, viejo bicho político él, había quedado con el número del Nica y lo citó a su despacho.
-Nicanor, antes que nada le agradezco la confianza que han puesto en mi persona usted y su agrupación barrial. Pero debo decir que usted es consciente que este es mi segundo período al frente de la Intendencia y ya no puedo volver a ser candidato. Además la agrupación está en una etapa de renovación, buscando sangre nueva para apoyar a Eustaquio Amilivia, el secretario general, que va a ser el candidato a Intendente. Le propongo, a ver qué le parece, que en vez de ir con su propia lista para a lo sumo llegar a ser edil, se venga con nosotros en la lista 480 y yo le aseguro que si ganamos le doy la Dirección de Impulso Social, Integración, Bienestar Comunitario y Participación, para que usted extienda a todo el departamento el maravilloso trabajo que viene haciendo en el barrio La Tenaza.
-¿Y si perdemos?- Preguntó el Nica, mostrando vocación negociadora.
- Si llegásemos a perder la Intendencia yo de todos modos le conseguiría un lugar como secretario mío o de algún amigo en el Parlamento, pero todas las encuestas nos dan muy favorables y es casi un hecho que saquemos esa banca-
- Vamos a darle, entonces-

Publicado en suplemento Quinto Día de El Telégrafo en marzo de 2015.

lunes, 2 de octubre de 2017

El milagro de Ballena Muerta


El Festival Anual de Dinamitación (sic.) de las Vías, la fiesta principal de Ballena Muerta, nació en enero de 1879 y desde entonces no ha dejado de realizarse, por más que desde 1938 la compañía ferroviaria dejó de realizar las reparaciones para que el tren volviese a rodar hasta aquel apartado lugar, desapareciéndolo de toda referencia en los mapas. El propio Estado con el tiempo desistió de llevar cualquier tipo de servicio o dependencia pública: no había Policía, ni escuela, ni luz eléctrica, ni correo, ni nada. La gente de allí se las arreglaba por sí sola y no solamente era feliz por ello, era su orgullo.
En Ballena Muerta nadie tenía credencial. Las cosas del pueblo se decidían en una asamblea abierta, en democracia directa, donde la mano levantada de cada uno valía un voto, ni más ni menos.
La gente más vieja enseñaba a los más jóvenes las cosas que necesitaban para vivir y no se iban por las ramas en conocimientos abstractos, no saldrían de allí quizás los más brillantes científicos y pensadores, pero tendrían lo suficiente para sobrevivir en su aislamiento y ser sanos y fuertes comiendo su propia producción libre de contaminantes.
No había televisores, ni radio, no llegan los diarios ni revistas y no se recibía ningún tipo de señal de telefonía ni internet.
Así fue hasta el 15 de setiembre de 2006, el día en que todo comenzó a cambiar. En mayo de ese año asumió la gobernación comunal del distrito al que territorialmente debería pertenecer el poblado el primer Intendente con menos de 40 años que se recuerde en por lo menos un siglo.
El nuevo líder llegó a al zona con ideas renovadoras y apenas se enteró de la historia de la ermitaña población de Ballena Muerta vio en el lugar un potencial turístico capaz de reactivar la deprimida economía regional.
Decidido a propiciar un acercamiento se convirtió en el primer jerarca en visitar el lugar desde 1937, la última vez que se reinauguró el tendido de la vía después de un Festival de Dinamitación.
El joven gobernante fue recibido por la asamblea local en la plaza pública, donde les transmitió su idea de dar a conocer al mundo “el milagro de Ballena Muerta, el pueblo más libre del mundo”, frase que ya planteaba en su cabeza como un eslogan publicitario para atraer visitantes.
Luego de muchas idas y vueltas la asamblea aceptó la idea del mandatario, pero solo bajo la condición de que no perderían su autonomía ni se les intentaría imponer ningún tipo de normativa, regulación, reglamento o compromiso de ningún tipo.
Se acordó que el plan de explotación turística comenzaría con el Festival de Dinamitación de las Vías del año siguiente, con la cuarta luna llena del verano siguiente, ya que ese era la forma de medir el tiempo en el lugar.
En un organismo multilateral de crédito el Intendente consiguió los recursos para reconstruir el viejo puente ferrocarrilero. Varios artistas de renombre internacional llegarían en un tren arrastrado por una vieja locomotora a vapor, conducida por el jefe comunal, y en el resto de los vagones todos los turistas que hubieran adquirido los paquetes que se pusieron a la venta a través de las más prestigiosas páginas de compraventa en las redes sociales, sobre todo Facebook.
El festival daría comienzo oficialmente cuando la blanca estela de vapor transitara por al centro del hermoso puente de hierro.
Así fue, y la explosión se sintió en varios kilómetros a la redonda. Ese año le pusieron más dinamita que nunca, como si eso aumentara de alguna manera el sentido reivindicativo de aquel ritual de destruir -literalmente- las vías que los comunicaban con el resto del mundo.

Publicado en el suplemento Quinto Día de diario El Telégrafo en agosto de 2017

Muros en avenidas internacionales blindarán la frontera entre Brasil y Uruguay para evitar migración “vermelha” desde Cuba y Venezuela

BOLSONARO FIRMARÍA DECRETO POCO DESPUÉS DE ASUMIR Muros en avenidas internacionales blindarán la frontera entre  Brasil  y  Uruguay pa...