La carrera de ambos había sido algo inédito. Allí estaban jugando
una final de la Champions Legue convertidos en estrella de dos
equipos que suelen ser de mitad de tabla en sus respectivas ligas
nacionales y enfrentados a muerte después de una larga historia
común.
Empezaron en el Granada y formaron parte de la generación “milagro”
del baby fútbol varelense, aquella 2017 que arrasó con todos los
campeonatos nacionales que se le pusieron enfrente. El “Polaco”
Anchetta y el “Rubio” Milla se repartieron entre sí por mitades
el 86 % de los goles en su pasaje por las categorías infantiles.
Por razones familiares uno siguió haciendo juveniles en el fútbol
de Treinta y Tres y el otro se mudó a Minas, pero volvieron a unirse
cuando aquel ojeador de Liverpool cumplió su promesa y se los llevó
a jugar a Montevideo a cambio de algunos beneficios para sus
familias. Allí volvieron a ganar todo: el Uruguayo y la primera Copa
Libertadores de un equipo uruguayo “en desarrollo”.
Luego llegó el tan ansiado pase al exterior, aunque cabe puntualizar
que ya a esta altura algunas cosas habían cambiado: el deterioro en
la economía de mercado y el abandono masivo de la televisión hacia
internet, junto a las legislaciones que habían declarado en toda
Europa al fútbol patrimonio de acceso público, habían sumido en la
más profunda miseria a instituciones que apenas 30 o 40 años antes
eran auténticos colosos. El fútbol ahora era dominado por nórdicos
y helvéticos: el Polaco fue a parar al Lathi de Finlandia y el Rubio
terminó en el Thun de la Superliga suiza.
Se sabía que -aunque pudiesen- después del negriazul no iban a
seguir juntos y todo tiene que ver con la hermana melliza del Rubio,
si, la “Rubia” Milla. La muchacha era la debilidad de todos allá
en el pueblo de los corrales, era la fotocopia color del hermano y
debido a ello era una fruta prohibida para el Polaco. Sin embargo
éste era la debilidad de la joven, por mucho que su hermano
protestara.
Cuando se supo del fogoso romance entre el Polaco y la Rubia la
concentración de Lomas de Zamora fue un dolor de cabeza.
Quedaban pocas semanas para terminar la temporada y la repercusión
de las relaciones quebradas entre los dos futbolistas, figuras del
equipo de La Cuchilla, se sintió en el vestuario. Como antes los
goles los jóvenes dividieron por mitades al plantel y la magia se
perdió. Liverpool ganó su segundo campeonato al hilo gracias a la
ventaja enorme con que llegó a la recta final.
Ph: Andrés Franco |
Faltaban seis horas apenas para la gran final de Europa en el recién remodelado Tecate Arena Nacional de Bucarest, Rumania. Los dos jóvenes varelenses sabían que en este partido habría mucho en juego: nunca uno de los dos había superado al otro, salvo por el episodio de la Rubia, claro, pero dentro de la cancha no les había tocado enfrentarse anteriormente.
El celular vibraba con insistencia en el cajón de la mesita de luz
de la habitación 314 del Grand Hotel Continental donde velaba sus
armas el equipo suizo. El Rubio atendió y no necesitó siquiera
preguntar quién lo llamaba, porque los estaba esperando.
- Vamos a hacerla fácil. Si yo gano vos te dejás de joder y aceptás
lo mío con la Rubia y si pierdo te prometo que nunca más la vuelvo
a buscar.
- ¿Vos estás loco? ¿Te pensás que la vida es un partido de
fútbol? ¿No entendés por qué no te quiero para mi hermana? Porque
te conozco muy bien y sé que solo le vas a hacer mal.
A las 21:30 hora rumana el croata Nikola Kukoc pitó para da comienzo
al match. Apenas movieron el Polaco salió corriendo en busca del
Rubio y sin mediar palabra le puso un gancho de derecha en la
mandíbula sin ningún tipo de disimulo, el otro se levantó como
pudo y respondió la agresión abalanzándose encima de su íntimo
enemigo y detrás de ellos se empezaron a dar entre todos los
protagonistas, ya que más o menos cada plantel estaba al tanto de
cómo venía el asunto.
Cuando se desarmó el entrevero el colegiado decretó la expulsión
de los 22 titulares, sus respectivos suplentes y cuerpos técnicos y
así lo estampó en el formulario electrónico oficial que se elevó
a la UEFA, que una semana más tarde declaró por primera vez
desierto el título de campeón, a pesar de las protestas de quienes
habían perdido en semifinales.
Autor: Marco Rivero - Publicado en Quinto Día de El Telégrafo