- ¿Vos sos hijo de Horacio? Sos igualito.- Le dijo mientras pesaba
los cincuenta pesos de bizcochos salados.
- No nada que ver, mi padre se llama Julio. ¿Qué Horacio dice
usted?
- Horacio, el señor que vive acá a la vuelta, por la calle
Elostegui, que vende libros en la feria. ¿Cincuenta de dulces
también?
- Si. No, no lo conozco.
- Claro, se mudó hace poco, y me comentó que tenía un hijo por
aquí, Julián, ¿vos te llamás Julián, no?
- Si, si, pero debe ser otro Julián.
- Que extraño, porque sos re parecido.
Pagó y se fue. Movido por la curiosidad cambió la ruta de camino al
parque para pasar por la calle Elosegui, pero no vio a nadie, así
que siguió camino rumbo al parque donde los demás, con el mate,
esperaban por el contenido de las bolsas de papel.
Llegó hasta el murito que compartían sus amigos, saludo, repartió
las bolsas y se despidió.
- Es que tengo que ir a ver un asunto familiar- excusó ante los
reclamos de sus compañeros.
Caminó de nuevo hacia la calle Elostegui para volver a pasar frente
a la casa de ese extraño hombre que con cada minuto crecía
en posibilidades de convertirse en su padre, a quien decidió esperar
sentado en el cordón de la vereda, bajo la bonachona sombra de un
plátano.
El lento paso de una vecina con un carrito cargado de frutas y
verduras le recordó que hoy era día de feria y que quizás su
futuro padre aún estuviese allí y partió corriendo hacia el lugar.
Cuando comenzó a pasar los primeros puestos se lo encontró, estaba
acomodando una pila de libros dentro de una caja, preparándose para
levantar el puesto, ya casi era la hora de terminar la feria y no
andaba mucha gente en la vuelta.
Por caprichos cromosómicos quizás, pero el parecido físico era
indiscutible. Una nariz tan poco frecuente se distingue con
facilidad. Julián solo podía pensar que eran demasiadas
coincidencias.
- ¿Horacio, verdad?
- El mismo, ¿quién pregunta?
- Decime vos.
- No te entiendo.
- Me dicen que estás buscando a tu hijo, Julián, bueno yo soy
Julián.
- No, pero…
- Decime, ¿yo soy tu hijo o no?
- No, no, no sos Julián, por lo menos no sos mi Julián…
- No sé cuáles son tus intenciones, Horacio, pero vamos a llegar al
fondo de todo esto. Te lo puedo asegurar.- Giró y se fue caminando
entre los puestos hacia el otro extremo de la feria, sin dejar al
librero espacio para preguntas.
Julián regresó a su casa. Julio tomaba un té de manzanilla junto a
la ventana y por el gesto de su hijo cuando lo vio a través del
vidrio intuyó que algo no estaba bien.
- Mañana nos vamos a hacer un ADN, Papá.
- ¿El qué? ¿Qué te pasa, te eloqueciste?
- No, acá está pasando algo raro y no quiero quedarme con dudas de
ningún tipo.
- No, hijo, qué decís, ¿qué te pasó?
- Acá hay un señor que es muy parecido a mí y que anda buscando a
su hijo, que casualmente se llama igual que yo.
- ¿Y? ¿Ya con eso asumís que te estamos escondiendo algo? ¿Cuánta
gente pensás que tiene la misma nariz que vos?
- La nariz, claro, ¿cómo sabías que el tipo tiene una nariz
parecida a la mía? Yo no te conté nada.
- Hijo, es tu rasgo más característico, qué otra cosa parecida
podría tener.
- Bueno, mañana a las diez en el laboratorio y se terminan las
dudas.
- Yo voy con vos a donde quieras, pero te aseguro que no vas a
encontrar nada raro.
Desconfiando a pesar de las palabras de su padre Julián se fue con
toda la carga emocional de la situación a cuestas.
Ya solo, Julio tomó el teléfono y marcó un número que no estaba
entre sus contactos, un número que se sabía de memoria. Horacio
atendió del otro lado.
- Está bien, acepto, mañana te deposito los cien mil, pero
asegurate de hablar con la del laboratorio para que no pase nada
raro, sino cancelo todo.
- Así me gusta, quedate tranquilo que se despejan todas las dudas,
pero tené en cuenta que si otra vez te negás a pagar el chiquilín
se puede enterar de algunos detalle más de nuestro secretito…
- ¡Te pago y te perdés eh! Y que esta vez sea para siempre… mirá
que todavía tenemos algunos amigos en común que creen que esto ha
ido demasiado lejos.
- Ahh, pero si vamos a hablar de cosas que han ido demasiado lejos te
tengo que recordar que hay cierta flota de portaaviones que traspasó
determinado meridiano.
- Si querés que salgan tiene que salir todo bien mañana, y ya que
estamos, si salen tendrían que cesar los ataques de los hackers de
tus jefes contra nuestro sistema de seguridad.
- Estoy seguro que no son nuestros esos hackers, seguramente sean
chinos, pero tené por cierto que si cumplís con eso se va a
terminar.
- Ah, y también quiero a la panadera de la esquina fuera del
tablero.
Publicado en suplemento Quinto Día de El Telegrafo, Paysandú en enero de 2017.