El sobre violeta se arrastró debajo de la puerta. Sin remitente. Me
impactó el penetrante aroma a lavandas recién cosechadas que inundó
toda la habitación cuando lo abrí, despegando la solapa para
preservar el fino papel. Dentro, en una hoja de vid con aspecto de
haber sido cortada hacía no más de unos minutos, la invitación:
“Bazar Citrönella presentará sus últimas tendencias el lunes 12
a la medianoche. Paseo de Las Flores del Mal 1243. RSVP.” Detrás
solo agregaba un número telefónico para obtener más información.
Intuyendo que de allí podría salir una nota interesante decidí
ponerme en contacto para saber más. Llamé a ese teléfono, me
atendió una operadora que ofreció derivar mi llamada a la
responsable, Alicia Copani.
El asunto del encuentro, según me indicó -reafirmando lo que decía
la invitación- es que Bazar Citrönella ha recibido una amplia
variedad de mercadería en sector decoración y llevará a cabo una
presentación en sociedad de sus últimas novedades.
“Básicamente podés encontrar todo para decorar tu casa, tu hogar;
tratamos de tener siempre las últimas tendencias, siempre estamos
tratando de renovarnos, que el cliente encuentre la idea que tiene,
por eso hay tanta variedad de mercadería, por eso siempre tratamos
de no repetir, de traer opciones y siempre estar innovando”, me
dijo.
“Hoy se usa todo, desde las líneas rectas, hasta lo antiguo,
mezclado con lo moderno, como que no hay una tendencia definida
totalmente, hay cosas muy lindas que se adquieren a muy buen precio.
También tenemos una amplia variedad en cuando a financiación,
contamos con todas las tarjetas de crédito y muchos planes en cuotas
sin recargo y disponemos de un servicio de asesoramiento
personalizado al cliente”.
La fecha de la gran muestra llegó. Había cinco cuadras de fila para
entrar, no recordaba algo así desde la vez que estuvo en la ciudad
el maestro Alejandro Molina con excelentísimo show de gorilas
amaestrados y esclavas sexuales con katanas en el globo de la muerte.
Gracias a mi carné de prensa pude ir directamente a la puerta e
incluso ingresar antes que la muchedumbre, con la excusa de poder ver
el backstage de la muestra antes que se llenara de gente.
La ambientación era magnífica. Los colores en una paleta rojiza se
combinaban con destellos amarillos, anaranjados y violetas y el olor
a azufre casi mareaba.
— Quizás debieran encender el aire acondicionado— mencioné a
uno de los funcionarios que me miró con cara de poco interés en mi
recomendación. Cuando reparé en él pude ver el excelente
maquillaje que llevaba, parecía que le hubieran arrancado toda la
cara en un solo corte.
Entré por una puerta tan baja que tuve que agacharme, casi no llegué
a leer el letrero que rezaba encima “Abandonad toda esperanza”.
Del otro lado de la puerta todo era muy oscuro, y frío, tanto que el
contraste con la sala anterior me provocó un chucho. Desdoblé el
cuello del saco y abroché todos los botones. La única referencia
que había en aquella oscuridad absoluta era el haz de luz blanca que
se colaba por una rendija e impactaba directamente en mis ojos, tanto
que en poco tiempo se volvió intensa, muy intensa y me encandilaba.
En el aire no había olor a nada. La voz, tan grave como pocas veces
escuché me habló directamente a mí.
— Acercate a la luz para conocer nuestras novedades—
Un poco de miedo sentí en aquel instante. Perdido por perdido caminé
hace la luz blanca, en pocos metros ya no veía, no podía cerrar los
ojos, la sequedad en los párpados era desesperante. Ya no tenía
frío, tenía miedo, mucho miedo, sentía mi ojos rojos encendidos y
la cabeza se me partía. — No puedo más, ¡no puedo seguir!—
La luz se apagó y comenzó a soplar una brisa verde, floral, los
aromas a fruta trajeron consigo la humedad necesaria para que mis
ojos empezaran a normalizar su función.
— Sáquese los zapatos— me susurró al oído la voz de una
joven. Le hice caso y sentí en las plantas de mis pies el césped
más suave que jamás hubiera imaginado, sus hebras eran tan frágiles
que parecían algodón, que no tuviera nervaduras ni tallos. Cuando
normalicé la visión a lo lejos se perdían en el horizonte las
manadas de elefantes rosados, las jirafas enanas blancas se estiraban
para tratar de alcanzar las hojas de un níspero y los tero teros
rojos me miraban sin gritar, pero haciéndome sentir sospechoso de
algo.
Sentí que algo se posaba sobre mi hombro y al volverme descubrí al
alado unicornio azul. Allí estaba, el colmo de la elegancia, un
animal tan puro que solo tomar de su sangre redime de sus pecados al
más canalla.
— Súbase, la doncella lo espera— me dijo, y nos perdimos para
siempre en aquella cabalgata eterna en busca del amor perfecto para
nunca más volver.
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